«No vamos a permitir que el crimen organizado nos gane» dijo el Presidente hace algunas horas -antes de subir al avión que lo llevaría de visita a Paraguay- Estamos, hasta hoy, en el momento más violento que ha vivido nuestro país y el Presidente Boric repite lo que ha dicho en situaciones anteriores, pero sin ganar o aún sin ganarles la batalla a su enemigo real o irreal y sin disminuir el número de abatidos por armas de fuego y, lo más grave, sin una respuesta clara para la ciudadanía.
La falta de empatía del Presidente de la República con las víctimas, víctimas que el primer mandatario, a priori, engloba en una casta criminal, que aún no sabemos si es tan real o ficticia – talvez sea así en los datos que las policías le entregan, sin olvidar la ANI, Agencia nacional de Inteligencia- o si es un mal etnográfico de alguna u otra manera. De todas formas, el mandatario sí debe tener exclusiva y secreta información sobre estas matanzas ocurridas en las ultimas 24 horas.
Bajo la definición de tiroteo masivo, este se yergue como un acto de violencia en el que una persona armada mata a al menos cuatro víctimas. Son matanzas que tienen cierta concordancia con las sociopatías, donde las personas (las que disparan) cuentan con acentuados rasgos psicopáticos, presunciones que el Presidente de Chile también las tiene entronizadas por la cantidad de ellas, que suceden frecuentemente en nuestro País.
Aunque el cerebro también permite pensar, comunicar, manejar las emociones y formar opiniones, nuestras autoridades no concuerdan en sus visiones institucionales, y tan solo tratan de insertar, en el inconsciente colectivo, la verdad oficial y cobarde, para de alguna manera, acallar la voces que claman por justicia.