Por Héctor Baeza O.
Múltiples reacciones y altas expectativas generó la visita a China de la comitiva de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet Jeria. Esto, sobre todo por las presiones de agrupaciones observadores de derechos humanos, quienes veían a esta visita como una oportunidad de hacer presión al gigante asiático por múltiples denuncias de graves violaciones a los derechos humanos ocurridas en China, especialmente contra minorías étnicas y a la ya larga crisis política y social vivida en Hong Kong y sus movimientos autonomistas. Esta visita causó expectación mundial, ya que es la primera en su tipo desde 2005 y ocurre justo en momentos en que China reactivó con especial fuerza sus estrategias de contención del COVID19. Y las denuncias son graves: detenciones y encarcelaciones masivas, esterilizaciones forzadas, separación de familias, discriminación en materia religiosa, torturas y adoctrinamiento político forzado son solo algunos de las supuestas violaciones a los derechos humanos denunciados por la comunidad internacional.
Ahora bien, más allá de las expresiones de «decepción», «fracaso», «traición», «pésima gira» o de acoplamiento al relato negacioncita oficial chino, esta visita responde al delicado equilibrio propio de la diplomacia, la cual más allá de la posibilidad de tomar trinchera en el complejo escenario polar propio de esta década, debe articular y generar instancias de diálogo con potencias a las cuales es imposible sancionar; no solo por su peso específico dentro de la ONU, sino que por el inmenso poder económico y militar que detentan.
Respondiendo a estas crítica, la ex presidenta de Chile señaló que: «Esta visita no era una investigación; las visitas oficiales de los altos comisionados son por naturaleza muy prominentes y, simplemente, no permiten el tipo de trabajo detallado, metódico y discreto de una investigación».
Según La Tercera, Bachelet habría planteado al gobierno chino problemas en materia de derechos humanos, como la ausencia de un control judicial, alegaciones de uso de la fuerza, maltratos y denuncias de restricciones a la libertad religiosa. Además, el medio nacional indica que Bachelet estaría profundamente preocupada ante denuncias de detenciones de activistas, legisladores y periodistas en Hong Kong.
Como señala EMOL, Bachelet habría indicado que: «Somos conscientes de la cantidad de gente que está buscando noticias de sus seres queridos. Esta y otras cuestiones fueron mencionadas ante las autoridades (chinas)». Ante las presiones sobre utilización propagandística de China de su visita, Bachelet habría indicado que «Soy una mujer adulta. Puedo leer entre líneas».
Aclarando los alcances de su misión internacional en el gigante asiático, Bachelet expreso que el objetivo es que los países involucrados: «entiendan mejor nuestras preocupaciones y, potencialmente, se replanteen políticas que creemos que pueden tener un impacto negativo sobre los derechos humanos (…) La visita fue una oportunidad para mantener un diálogo directo con los principales líderes de China sobre derechos humanos para escucharnos mutuamente, plantear nuestras preocupaciones y allanar el camino para que haya interacciones trascendentes de forma más regular en el futuro».