Por Marcelo Soto.

Profesor en la Universidad de Stanford e investigador del Faro UDD, Iván Marinovic analiza la crisis de la enseñanza superior. “Las humanidades en la universidad actual han sido, en muchos casos, subvertidas hasta convertirse en centros de activismo político con bajos estándares académicos”.

-Hay una discusión sobre la decadencia de las universidades, en especial en el ámbito de las humanidades. ¿Crees que conceptos como decolonización han infiltrado la academia?

-En su acepción más cultural, la “decolonización” es un proyecto hostil a la cultura occidental. La cultura occidental es vista con sospecha como parte del proyecto de dominación del hombre blanco.

En el fondo, la descolonización es el proyecto político del multiculturalismo, cuyo objetivo es reducir la influencia cultural de Occidente y debilitar sus raíces judeocristianas. En 1987, el político y activista Jesse Jackson, junto con 500 manifestantes, marcharon por las calles de Stanford demandando la eliminación de un programa introductorio de humanidades denominado “Cultura Occidental”. Como suele ocurrir, las autoridades universitarias cedieron a las demandas de los activistas y reemplazaron dicho programa con uno multicultural llamado ‘Culturas, Ideas y Valores.’ Este experimento fue un fracaso, incapaz de atraer alumnos pero el daño persistió.

Desde mi perspectiva, la decolonización es un proyecto a menudo dominado por el resentimiento anti-occidental pero sin mucho que ofrecer como alternativa.

-La cultura de la cancelación ha dejado casi fuera de las mallas curriculares a autores tan importantes como Neruda. ¿Qué consecuencias puede tener esta tendencia?

–El moralismo iconoclasta de la cultura de la cancelación nos ha empobrecido tanto cultural como moralmente. La cultura de la cancelación es incapaz de distinguir entre la integridad del autor y la calidad de su obra. La obra trasciende al autor: parece innecesario decirlo, pero se puede apreciar la obra de un autor sin celebrar su vida. Por otro lado, juzgar a autores históricos —como Aristoteles, Shakespeare o Jefferson— con estándares modernos carece de sentido. Si podemos juzgar a los grandes autores del pasado de manera crítica es porque sin darnos cuenta nos apoyamos en sus hombros.

El moralismo de la cultura de la cancelación es paradójico: por un lado muestra una gran sensibilidad frente a “microagresiones” (por ejemplo, preguntarle a alguien de dónde es), y por otro busca arruinar con fervor fanático la carrera y vida del “enemigo” ideológico. Así esta postura hiper moralizante acaba vaciando la moral.

La cultura de la cancelación tiene muchas consecuencias negativas. Una de las cosas que más lamento es la desaparición del sentido del humor en la universidad. Los humoristas y comediantes ya no se atreven a venir a la universidad porque se exponen a ser cancelados o tienen que aceptar contratos interminables que incluyen todo tipo de restricciones, dictadas por la corrección política, sobre las bromas que pueden o no decir.

-¿En EEUU se ha perdido la noción de autoridad como sucede en Chile, según varios observadores?

–El debilitamiento de la autoridad y la pérdida de confianza en las instituciones es un fenómeno global en Occidente. Niall Ferguson en una provocativa columna, compara la situación en EE. UU. con los últimos años de la Unión Soviética, señalando entre otras cosas la pérdida de legitimidad de las instituciones, incluyendo  las universidades, los medios, y el aparato estatal.

A pesar de estos problemas considero que la situación en EE.UU. es superior a la de Chile. Las instituciones de EEUU son mas sólidas. En Chile el estado de derecho parece haber decaído muy rápidamente desde 2019, principalmente debido a la expansión del crimen organizado y el narcotráfico.

-¿Crees que hay un sesgo hacia la izquierda en las facultades no científicas de las universidades?

–Sí. Jonathan Haidt, entre otros, ha documentado este sesgo. En algunas carreras universitarias, hay una desproporción muy grande de profesores de izquierda. En muchas carreras es casi imposible encontrar un profesor conservador o liberal. El problema, en realidad, no es tanto que domine la izquierda en el profesorado, sino la presencia de una proporción grande de activistas y gente con visiones extremas,  casi esotéricas.

 

Las consecuencias de este sesgo ideológico son claras. Se empobrece el ambiente intelectual. La educación se transforma en una caja de resonancia donde prevalece una visión monolítica, a veces extrema del mundo, y en ciertos casos obviamente falsa (por ejemplo, muchas ciencias sociales niegan hechos evidentes porque tratan la biología como tabú).

-La Universidad de Chile se ha visto afectada por tomas en solidaridad con la causa palestina. Estudiantes han marcado a alumnos y profesores con letras como la “L” que antes se usaba en los pasaportes de los exiliados. ¿Qué opinión te merecen esas conductas?

–Este tipo de actitudes nos recuerdan una vez más que los jóvenes, a menudo, están dispuestos a abrazar movimientos totalitarios, casi con fervor religioso. Lo hicieron durante la Alemania Nazi, en la Rusia comunista y durante la revolución cultural de Mao. El buenismo es muy peligroso.

-En este panorama, ¿qué efectos han tenido las reformas educacionales desde el gobierno Bachelet?

–No soy experto, pero creo que las reformas educativas que se llevaron a cabo desde Bachelet II, han aumentado el control estatal de la educación, produciendo más ideologización, menos libertad de elección y menos calidad. Paradójicamente, a la luz de los resultados de la prueba PAES, la principal víctima de estas reformas parece haber sido la educación pública (Es especialmente triste lo que ha pasado con el Instituto Nacional, una de las fuentes más notables de excelencia y movilidad social en Chile).

Hay que cambiar de dirección. En educación primaria y secundaria, es crucial descentralizar para permitir la experimentación con distintas filosofías educativas, currículos y métodos, otorgando a los padres la libertad de escoger la modalidad educativa que mejor se adapte a sus hijos. También es importante reforzar la formación técnica en Chile. Creo que urge disponer de una mayor cantidad y calidad de técnicos en el país. Los grandes subsidios estatales destinados a la educación universitaria han provocado un desequilibrio: muchas personas obtienen títulos universitarios de escaso valor, mientras que pocos reciben una enseñanza técnica de calidad.

(Agradecemos al medio https://www.ex-ante.cl/ )